TREINTA AÑOS DEL DECRETO DE DESREGULACION ECONÓMICA (2284/91)
Se cumplen treinta años del decreto N° 2284/91 (31/10/91), una norma revolucionaria para su época. Quienes tenemos memoria de esos tiempos, no podemos olvidar las restricciones, prohibiciones, monopolios, arbitrariedades y disposiciones agobiantes y nimias que ahogaban la actividad económica del país, como lamentablemente sucede en nuestros días.
Previo a su dictado un gran número de actividades productivas estaban vedadas a los particulares sin previas autorizaciones, licencias o permisos, cuyo otorgamiento estaba en manos de una burocracia estatal arbitraria, destinada a impedir cualquier tipo de competencia y asentada en la protección de pequeños grupos monopólicos, los que por el contrario, gozaban de amplias libertades sin ningún tipo de control o impedimento.
El país estaba en quiebra, hundido en una profunda depresión económica y social, esclavo de capas geológicas de normas absurdas y de pequeños dictadores públicos, oscuros y mediocres, que impedían el impulso de la producción y la generación de empleo y de riqueza.
Este recuerdo no implica rescatar un gobierno controvertido en todos los órdenes de su actuación, pero sí destacar el coraje con que se dictó de esta norma de anticipación, visionaria y liberadora, que permitió, entre otras importantes medidas la desregulación del comercio interior de bienes y servicios y del ejercicio de las profesiones y de sus honorarios. Eliminó restricciones en múltiples actividades, liberó horarios y días de trabajo, produjo la desregulación del comercio exterior, la supresión de restricciones a las exportaciones e importaciones y agilización de los trámites aduaneros. Disolvió entes estatales regulatorios de actividades de índole agrícola-ganadera, liberó la producción yerbatera, vitivinícola, azucarera y de la industria láctea. Produjo una importante reforma fiscal, con supresión de gran número de tasas, impuestos y gravámenes, franquicias. Eliminó el impuesto de sellos, introdujo eximiciones al impuesto a las ganancias y terminó con el impuesto a las transferencias de títulos valores y cambio de divisas. Desreguló el mercado de capitales y tantas otras actividades. Su impacto es difícil de transmitir en la actualidad.
Las comparaciones con nuestro presente son penosas. Nos queda, como Vargas Llosa, preguntarnos en qué momento se j…ó la Argentina.[1]
[1] Así comienza el maravilloso libro “Conversación en La Catedral”